CRONICAS DE FLARE: EL
ROBO DEL MEDALLÓN
Has visto el flaquear de las
nubes en esta noche Damish, es increíble tener tan mala suerte, me superan en número,
la luna brilla de manera especial, como si conspirara contra mí, aun corro en
medio de la llanura, las piernas se me empiezan a calentar, como tubos de metal
forjado, estos malditos también traen a los perros, algunos ya a pocos metros,
maldición debería haber tomado en cuenta que no podría funcionar con todos
igual. Falta poco para llegar a las cuevas, solo necesito llegar a las cuevas,
vamos flare corre más rápido, solo un esfuerzo más, más rápido, ya queda poco.
<< La caravana del señor
Akmahamed se ha estacionado cerca de los límites del oasis de luna, los
guardias están bebiendo y al lado de una fogata bastante grande, por las noches
el frió en el desierto es penetrante, veo todo desde la profundidad del oasis,
he estado esperando por ellos casi un día, pero mis cálculos fueron correctos,
este era el mejor lugar para plantar la caravana.
Los guardias beben licor de
hormiga mientras cuentan algunas anécdotas de las mujeres que han ultrajado. Es
raro ver a los guardias festejando estando de guardia, todos toman, pareciera
que es más normal de lo que creí, aunque no se me hace raro, se divulga en el
bajo mundo que Akmahamed compra esclavas jóvenes para poder saciar su apetito
carnal, las viola durante todo el recorrido de regreso a su palacete pero nunca
llega con ninguna, nunca.
Es una lástima para él, que el
reino central Anduin haya establecido leyes para los esclavos, creo que era
tiempo ya de hacer algo al respecto, Samk’r uno de los vendedores de esclavos más
sádicos y viles que se conocían fue capturado y ejecutado por la guardia, las
leyes lo encontraron culpable por muchas más cosas que estas nuevas leyes
protegen, sabía que Akmahamed buscaría alguien más y era solo cuestión de
tiempo que su instinto lo obligara a salir nuevamente, tengo entendido que 4
chiquillas lo acompañan en sus aposentos en estos momentos.
Frente a mí, las bestias,
hermosos caballos y algunos perros de caza, he tenido que permanecer en el agua
para que esos perros no puedan encontrarme, aún más difícil es que ni si quera
puedo beber de esta agua, parece que al fin está haciendo efecto el agua de
este oasis, en el fondo del oasis existe una rara planta que por las noches
envenena el agua, logrando que todos aquellos que tomen de él se duerman, es un
efecto lento, pero funciona, los caballos están empezando a ceder, los perros
ya lo hicieron desde hace varios minutos; uno de los guardias se acerca,
tambalea un poco, imagino es el efecto del licor, veo como se sorprende al ver
a los caballos tirados sobre el lomo, parece un tipo listo, se acerca y con la
mano recoge un poco de agua, la ve durante algunos instantes, instantes en los
que aprovecho sumergirme y nadar hacia él, cuando está a punto de levantarse lo
tomo con todas mis fuerzas del cuello, no quiero matarlo, simplemente halo de
él hacia el fondo y hago que trague tanta agua como pueda y luego con un golpe
con el codo arremeto contra su sentido, creo que él no se levantara durante un
buen tiempo.
Salgo silenciosamente, uno de los
perros trata de ladrar, pero creo que está demasiado fuera de sí como para hacerlo,
así que solo resopla, buen perro, me escabullo hacia la tienda, hay dos guardias en la entrada y estos no parecen afectados por el
licor, no puedo acercarme dado que la fogata y los demás guardias están unos
cuantos metros de frente, voy hacia la parte de atrás y corto ligeramente la
manta, adentro solo se escuchan gemidos de dolor y las soeces palabras de
imagino es Akmahamed, insultando a las pequeñas, veo dentro de la carpa, para
mi suerte, justamente no logro ver nada, pareciera ser que su mesa justamente
logra tapar mi entrada, así que me escabullo hacia dentro, me asomo poco sobre
la mesa y ahí está el un hombre gordo como cerdo de criadero, de su cuello
cuelga un un collar de plata, aparentando ser la correa de esta bestia o al
menos eso imagino rápidamente, está desnudo caminando frente a las pequeñas,
algunas a duras penas empezando a desarrollar, dos de ellas están golpeadas en
el rostro, y tiene heridas moradas en el pecho y cintura, una de ellas regurgita
mientras tiene el pene de ese cerdo en su boca, el solo sonríe y le habla sarcásticamente
de cómo hacerlo mientras que la hala del cabello, la cuarta chica no la logro
ver, tal vez ya ha pasado a mejor vida, realmente me molesta ver esto, pero no
estoy acá por ellas, hace mucho tiempo Akmahamed robo de un antiguo templo un medallón,
un simple medallón de plata, pero se me paga mucho por él, la seguridad en
Anduin es demasiado estricta como para atreverse a robar dentro de la ciudad, así
que lo he seguido hasta acá.
La situación es complicada,
aunque Akmahamed esté ocupado en las niñas el espacio es muy reducido, se me dificultara moverme y probablemente
cualquier acción la escucharan los guardias, tampoco veo que beba, parece
ferviente a la idea de hacer sufrir a las pequeñas, la que está de rodillas se
rinde ante él, solo la sostiene del cabello, y la suelta, cae sobre el suelo y
de su boca sale la semilla de ese cerdo, manda a las otras dos a ayudar a la
que está en el suelo, golpeando a una en el rostro, se sienta sobre sus aposentos
quejándose de que dejaron su pene lleno de saliva, trato de controlarme, no es
momento para actuar, solo sé que necesitara algo de tiempo para poder empezar
nuevamente con su tortura de ultraje.
Se ha recostado sobre sus
aposentos, parece cansado, ha viajado durante 3 días ya, aún le faltan 3
noches, imagino que la anterior chica la despacho la noche antes, las pequeñas lloran
en silencio, están arrinconadas a un lado de la carpa, frías e inmóviles, el
menciona algunas palabras y logro ver como sus palabras seden al sueño, espero
un momento más, veo que las niñas empiezan a murmullar, esa es mi señal ellas
se han dado cuenta que el bastardo ya está dormido, salgo sigilosamente de detrás
de la mesa mostrándoles con las manos señas para que no hagan sonido alguno,
parecen estar asustadas, las llamo hacia la mesa, no se mueven, parecen estar
muertas de miedo, pero la chiquilla que hace momentos estaba tragando la
maldita semilla de este cerdo parece reaccionar más regia, le muestro el
agujero que hice en la carpa, lo ve y llama a las otras, todo esto en perfecto
silencio, cuando logran salir las dos golpeadas la primera chica me da extiende
una profunda mirada, aunque firme algunas lágrimas se ven salir de sus ojos y
resbalar por sus mejillas, las cuales limpio tocando su rostro. Antes de que
salga la detengo y tomo de una silla
algunas mantas y ropa que en ella cuelgan, se la doy a la pequeña y cuando se
da la vuelta veo en su espalda una marca echa con tizón ardiente, tiene la
forma de una extraña como un circulo pero sin un extremo, recuerdo haberlo
visto antes, pero por el momento no me interesa.
Akmahamed duerme realmente
bastante apacible, aun con esa mente retorcida que parece tener está bastante
tranquilo, me acerco a él y con toda la pericia propia de un pícaro le quito el
medallón, parece ni si quiera inmutarlo, realmente me siento bastante aliviado,
guardo el medallón en mis bolsillos y me dispongo a salir, ruedo bajo la mesa y
hacia el corte, justo antes de salir uno de los guardias entra, lo veo de reojo
bajo la mesa, se detiene un momento, gira sobre si y se acerca nuevamente a la
puerta, que bien que no ha sospechado de mi… un momento las niñas no las ha
visto, espero que siga así, sale sin percatarse de nada al parecer, así que no
me queda más que hacer lo mismo.
Al fin fuera de esta cosa y tengo
el medallón, con esa recompensa podré hacer muchas cosas, ese pensamiento me
tiene vagamente ocupado mientras me alejo sigilosamente de la tienda, estoy a
poco más de 5 metros, escucho “Señor las esclavas han escapado”, veo de reojo y
el guardia al parecer está levantando el corte que realice, maldición podría pasar
desapercibido y dejar que persigan a las niñas, la idea pasa por mi mente
realmente pero pobres chicas han sufrido mucho ya, corro hacia la carpa y
calculo más o menos donde está el guardia, me lanzo con todo como para
empujarlo pero sobre la carpa, siento su cuerpo siendo lanzado hacia el fondo y
escucho el crujir de su armadura, Akmahamed grita a los guardias, aunque no se
entera ni bien de qué es lo que sucede, saco mi sable y golpeo las dos varas de
soporte de la carpa, logro ver como cae la manta gruesa sobre los que están dentro,
aun así los de afuera no se han percatado de mí, corro hacia un lado, tratando
de llamar la atención de los guardias, están torpes así que no hacen más que
seguirme al verme correr. >>
Estoy ya a pocos metros, de la
entrada, esos perros están demasiado cerca, no me apetece ser mordido por hoy,
veo la entrada, no me queda más que saltar, voy hacia el suelo, no tenía en
cuenta los perros, tomo la bolsa con las esferas y la lanzo sobre el filo de la
entrada, eso al menos los mantendrá un rato ocupados, [las esferas crujen
contra el suelo y de ellas sale un espeso humo oscuro, este llena rápidamente todo
el espacio de él, los perros solo han sido envueltos en la nube y han dado la retirada
sin más] caigo al suelo bastante mal, ya que no logro ver nada a dentro, me he
lastimado el brazo, al menos no me he lastimado las piernas, corro hacia el
interior con todas mis fuerzas, si respiro el humo pimienta es seguro que esta
sea mi última tarea.
Tontamente caigo en el pozo, no
logro ver, pero era necesario escapar del humo pimienta, tomo una última bocanada
de aire y me sumerjo, ya no me queda más que dejarme llevar por la corriente
profunda y luego de algunos segundos que se me hicieron eternos estoy en el
pozo interior, una larga cavidad de agua almacena que deja un par de cuartas de
espacio donde se almacena un poco de aire me imagino, suficiente para tomar
otra bocanada y dejarme llevar por la corriente, esta vez el viaje es un poco más
largo y doloroso, a oscuras y sin poder hacer nada contra la corriente llego
con mucha dificultad y casi ahogándome a mi destino, un pozo, bastante
estrecho, creo que pocos saben de su existencia, trepo casi arrastrándome hacia
arriba, llego con bastante dificultad dado que mi brazo aun esta lastimado, me
tiro sobre la arena para recuperar el aliento, luego de un par de minutos
camino hacia la duna que esta frente a mí, como a unos 25 metros y desde la
cima veo a la distancia el punto brillante de la fogata, he logrado escapar con
bastante suerte, aunque con gusto hubiera podido asesinar a esa bestia mientras dormía.
Algún día haremos justicia
Akmahamed, algún día.
2 comentarios:
El gran Flare. Tan habil que solo es superado por su propio corazon
Gracias por tu comentario, se aprecia bastante ;)
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